Diez (más o menos) novelas cortas de terror, parte 1

Hablando en redes con Mai (por favor, seguid su podcast Sobre las historias, canela fina) sobre qué podemos hacer para fomentar la lectura, a partir de este tuit, he «presumido» de mi habilidad como prescriptora para un cierto tipo de lector desmotivado concreto: el que cree que no le gusta el terror, pero sí le gusta, sí, y se lo puedo demostrar.

Me he decantado por una selección de historias cortas porque me parecen ideales para este perfil de lector, más ahora con este verano achicharrante que nos ha tocado (gracias, cambio climático). Ninguna de estas historias os hará perder demasiado tiempo (un par de horas o tres, como mucho). La vida es corta y los libros muchos.

  1. Carcoma, Layla Martínez. El club de lectura de Verónica Cervilla «Hijas de las sombras», donde leemos autoras de terror, no deja de darme alegrías. Esta novela corta es todo un descubrimiento, impresionante historia y manera de contarla. Es un bofetón en la cara. A través de las voces de una abuela y una nieta, atrapadas en una casa habitada por fantasmas, nos habla de clasismo, opresión y pobreza; con crueldad, sin paños calientes. Es una novela con tantas capas y tantas lecturas que traspasan el texto que el motivo por la que se la recomiendo a alguien que no le guste el terror porque creo que, de hecho, la historia funcionaría incluso sin elementos sobrenaturales.

No os perdáis, una vez que lo hayáis terminado —porque si no, os comeréis espóileres como camiones— el video del encuentro que tuvimos con la autora y su editora en Amor de Madre.

Recordad si estáis censados para votar en los premios Ignotus que es finalista en la categoría de Novela Corta.

2. La polilla en la casa del humo, Guillem López. Seguro que alguien ahora está leyendo esta entrada y agitando su furibundo puñito al aire al grito de «¡esto no es terror, Gusapira!». A este alguien, le lanzo la pregunta: ¿entonces qué es? Y antes de que me conteste, porque hay quien no entiende el concepto de «pregunta retórica», aprovecho para recordar con entusiasmo que las etiquetas no definen géneros: clasifican libros, que es muy diferente aunque a veces parezca igual. Otro día me explicaré más (aunque tal vez no mejor).

Guillem López es un escritor difícil de clasificar. La polilla tiene en común con Carcoma (por eso las he puesto juntas) un ejercicio de sordidez, asfixia, opresión, muy disfrutable por su estilo. Aunque muy diferente al de Layla, ya que ambos dos son muy, muy, personales. En este caso estamos en la frontera (o hibridación) con la ciencia ficción al hablarnos de una sociedad subterránea, mecanizada y alienada donde los individuos sobreviven bajo unas premisas de moralidad redefinidas al servicio de sus intereses, digamos que no muy nobles.

Disponible en el sello Aristas Martínez.

3. La chica descalza en la colina de arándanos, Nieves Mories. Esta novela corta fue publicada en su día por Cerbero, pero ahora la podemos encontrar incluida en la antología Todas las chicas descalzas en Dilatando Mentes, en una edición muy cuidada, ilustrada y anotada por Alicia Pérez Gil.

Mirad qué cuqui parece, la muy hijaundemonio…

Sobre Nieves solo puedo decir que es tan maravillosa que el premio Igmortus lo creé para dárselo, ya que no podía creerme que un absoluto novelón como Asuntos de muertos (actualmente disponible en Ediciones el Transbordador, y por poco tiempo ya que la editorial acaba de anunciar su cierre, así que corred, insensatos) se quedara sin su correspondiente premio Ignotus. Nieves Mories explora la toxicidad de las relaciones familiares como nadie con un estilo incisivo y cortante. Leerla, más que incomodar, escuece. Es explícita y no duda en ser desagradable, y es que como dice Ismael Martínez Biurrum en el prólogo de la antología de relatos de Anna Starobinets (otros dos grandes escritores) Una edad difícil: «Narrar el incosciente requiere de dos pares de guantes, los de cirujano y los de basurero». Mories lo sabe, sabe que hay que ensuciarse, sabe que esta mierda salpica. Pero lo hace con una elegancia terrible. Desaconsejado, pues, si os gusta el terror más limpito. No vais a volver a mirar igual un martillo, os pongáis guantes o no.

4. Otra vuelta de tuerca, Henry James. Este es el libro que, por excelencia, debe leerse cualquiera que quiera saber qué es exactamente un narrador tendencioso. La voz en primera persona de la niñera crea una atmósfera siniestra (por no hablar de los niños, que dan un mal rollo que para qué os voy a contar si lo podéis leer) en la que no sabemos exactamente qué está sucediendo (probablemente nada) pero nuestras cabecitas empiezan a especular y la cosa va desde presencias fantasmales hasta el abuso sexual. Así de ambigua y tortuosa es la narración.

Esta naturaleza ambigua han hecho de esta novela tan corta la fuente de múltiples adaptaciones teatrales y cinematográficas, la última de ellas la serie de Netflix La maldición Bly Manor, dirigida por Mike Flanagan. Como empezaba el texto recomendando el podcast de Mai, para ejemplo este botón dedicado a Henry James y todas las referencias que probablemente en un primer visionado no habíais visto (marca de la casa Flanagan).

5. Siempre hemos vivido en el castillo, Shirley Jackson. De casas y de Flanagan va la cosa, puesto que el universo de Jackson, más que una novela en concreto, protagoniza otra de sus adpataciones televisivas, La maldición de Hill House, también repleta de guiños y referencias cruzadas. La siguiente entrega de la saga de Flanagan se adentra en otra famosa mansión, la de los Usher, y estoy tachando palotes en la pared, como los presos, contando cuánto queda para que la estrenen. Pero hablemos de Siempre hemos vivido en el castillo porque Shirley Jackson es esa autora que sabe construir las historias desde lo que no se cuenta. Dos hermanas, una casa, el secreto que no se nombra, lo que todo el mundo sabe y tú, lector, no.

6. Pedro Páramo, Juan Rulfo. Esto sí es terror, acaba de decirlo en la radio Mariana Enríquez y esto pone punto final a una discusión que no ha empezado por si alguien no se había dado cuenta de que «aquí terror será lo que diga yo», como le digo siempre a Lola Mérida: «Bienvenidos al servicio automático de clasificación de géneros fantásticos: para fantasía, pulse uno; para ciencia ficción, pulse dos; para terror, pulse tres; para hibridaciones y géneros de frontera, manténgase a la espera. Una de nuestras operadoras le atenderá en breve.»

Después de darle muchas, muchas, vueltas a ver qué pongo que no sea un espoiler terriblemente burdo o innecesariamente graciosito, esto me ha salido: si una novela en la que la muerte juega el papel que tiene en Pedro Páramo no es terror… apaga y vámonos. Será que el terror va de mariposas o de cultivar champiñones.

Y hasta aquí tecleo hoy, porque iban a ser diez títulos pero ahora que en el borrador tengo ya quince… ¿adivinais cuáles? Dentro de poco, terror exprés parte dos. Stay tunned for more rock’n’roll.

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